SOY LÁZARO
En Alcázar de San Juan a 31 de mayo de 2015
Estimado amigo/a:
Ya que me escribe preguntándome por lo ocurrido, sepa usted que yo soy hijo de padre maltratador y madre maltratada, un ser humano que ha vivido como un perro durante toda su infancia, perro que vivió entre gritos y golpes, y que la únicas imágenes que se me vienen a la cabeza cuando pienso en mi madre son turbios recuerdos de ella llorando o cubierta de sangre y moratones, perro que fue expulsado de su casa con costillas fracturadas por tener la valentía y la estupidez de intentar defender a mi madre de las brutales palizas de mi padre cuando solo tenía 14 años.
A partir de ese momento, estuve obligado a vivir en los suburbios de las afueras de la capital, nadie me había hablado sobre servicios sociales, nadie me ha dicho que aquello que ocurría en mi casa era algo que se podía arreglar ya que donde yo solía vivir aquella situación era la más normal.
Durante mucho tiempo comía de aquello que sobraba y estaba en la basura, y creáme allí donde yo vivía no sobraba nada pues nadie tenía suficiente, era un aldea formada por chabolas de placas de metales oxidados y madera. Una aldea donde los agujeros de los techos y paredes te hacían tiritar todas las noches desde octubre hasta marzo,una aldea en la cual nadie iba a la escuela, pues según los adultos era una pérdida de dinero y tiempo.
El único día feliz que recuerdo, fue aquel en el que un grupo de voluntarios trajo alimentos a nuestras casas, yo que dormía al lado de la basura comí todo lo que pudieron ofrecerme, cuando se hubieron ido, decidí seguir el camino por el que aquellas furgonetas cargadas de alimentos habían aparecido, pronto perdí de vista la furgoneta, pero yo guiado por el hambre seguí recto por aquella carretera repleta de agujeros y baches, pues de donde ellos venían seguro que había mas alimentos.
Exhausto tras horas de caminata llegué a las afueras de Madrid, la estampa parecía haber mejorado," aquí seguro que la gente tira más cosas"- pensé yo-. Al llegar un hombre de ropas andrajosas me encontró, y dirigiéndose hacia mi con gesto amigable me dijo que fuese con él, que el me daría techo, yo estaba demasiado cansado como para negarme.
A la mañana siguiente me desperté en lugar no mucho mejor que mi antiguo "hogar", al lado mía había un charco de orín donde presencié mi propio reflejo, algo que llevaba mucho tiempo sin ver, y eso me gustaba, pues mi rostro es muy semejante al de mi padre y recordarlo me pone furioso, guardo tanto parecido físico con el que se podría decir que soy una de él, si no fuese por mi delgada complexión creada por meses de hambruna.
En cuanto el hombre que la noche anterior me había recogido se levantó me llevó con él, salimos de aquel derruido edificio lleno de ocupas, y nos dirigimos más al centro para mendigar, algo que a mí me avergonzaba terriblemente pero entendía que era necesario para vivir, luego observé que mientras que los peatones me miraban aquel mendigo que al principio me parecía amigable les sustraía las carteras con una habilidad y sutileza, dignas de elogio, entonces entendí que me estaba usando para su bien, y eso se confirmó aún más cuando al llegar al edificio que estábamos ocupando me quitó lo poco que me habían entregado en forma de limosnas y se lo quedó.
Está situación se produjo durante un año hasta que estuve totalmente harto, y decidí escaparme, durante la noche cuando tenía yo 16, le robé lo poco que el tenía y huí a toda prisa, pasé la noche en un portal, al amanecer un hombre, un cocinero me despertó y me preguntó sobre mí era un hombre bondadoso, al comprender mi situación me llevó a su cocina en su restaurante donde me dijo que debía limpiar y hacer aquellas tareas sencillas como pelar patatas.
La gente de allí se mostró bondadosa conmigo y el jefe de cocina, prometió enseñarme a cocinar. Al acabar el turno fui a comisaría con el cocinero, nadie había denunciado mi desaparición, por lo que entendí que aquella gente que me engendro y con la que solía vivir, eran en realidad extraños para mí,.
El cocinero, me hizo un contrato para su restaurante, y me dejó dormir en su sofá, pronto me di cuenta de que me encanta la cocina, y se me daba bien.
Después de unos años pude permitirme una habitación en albergue, y aún más tarde conseguí mi propio piso. He escalado poco a poco y he descubierto las dos caras del ser humano, comprende ahora porque el caso del que me habla usted me es indiferente.
Lázaro
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